22.3.17

DDUM 563 / CARTERA DE DAMA / MARIELA CORBELLINI

"Un primer plano, recuerdo, a la altura de mis ojos: mi abuela sentada, sus rodillas. Sobre las rodillas bien juntas, como si fueran una mesita, el rectángulo perfecto de la cartera. “De vestir”, se decía. Una cartera de charol color castaño. Para mi abuela no había grises: las cosas eran buenas u ordinarias. Esta era una cartera buena. Del marco de cuero se enlazaban mediante dos aros de metal las manijas rígidas, perfectas, arcos de medio punto que servían para que mi abuela apoyara sus dos manos. Era su postura de elegancia. Entre las rodillas y las manos, la cartera. Una mano sobre la otra sobre los arcos de cuero; las manos de mi abuela con guantes blancos. Sin duda el evento lo ameritaba, porque la cartera de charol y los guantes blancos, sobre sus rodillas, eran señal de algo importante.
La cartera de mi abuela estaba casi siempre vacía, había pocas cosas en su interior: los caramelos de eucalipto que perfumaban todo lo cercano, un pañuelo bordado, los anteojos de sol con montura de oro, marco de pasta oscuro y cristales color verde, sin funda, porque el interior de la cartera era suave, forrada con gamuza color “camel”. El camel era un beige rosado, el color de moda en ese momento. Los detalles de lujo vienen ahora: un bolsillo escondido, imperceptible, sin tapa, sujeto a un borde con una larga tira, algo así como un sobre hecho de la misma gamuza, rectangular y pequeño, de unos seis centímetros por cinco, con tapita triangular. Y adentro, el increíble espejo que mi abuela usaba para retocarse los labios rojo Revlon.

Es una delicia para mí reencontrarme con ella cada vez que voy y veo la silueta de la cartera rehundida en el hormigón. Paso por la plaza y me acuerdo de la sonrisa Revlon de mi abuela, divertida y sutil. Siempre la saludo antes de seguir viaje."

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